Oigo a mi lado en un bar a tres veinteañeras discutiendo un hecho que podríamos tildar de escabroso. Hablan de una adolescente a la que encontraron ahogada, con signos de violencia. Sopesan las pruebas, detallan su nivel de alcohol en sangre, si había consumido somníferos o no, si pudo tratarse de un accidente o de un asesinato. Desgranan su relación con sus padres, las teorías conspirativas alrededor de su muerte. Se me antojan pájaros picoteando semillas en una plaza, salvo que en este caso quizás debería pensar en buitres alrededor de un cadáver.
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La desinformación como negocio | Opinión
Mar Jun 18 , 2024
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