Son las 7:30h, y consecuentemente suena el despertador. Tras 15 minutos de sueño extra apagando la alarma, te decides por fin a levantarte: comienza un día más. Café, transporte, trabajo, transporte de nuevo, y vuelta a casa. Y mañana, idem. Y pasado, y al siguiente. A veces, resulta de lo más complicado escapar de esa vorágine que supone la rutina diaria. No sucede lo mismo cuando montamos en un avión: en ese limitado espacio no existe más preocupación que la de disfrutar de nuestro destino final y, si nuestro viaje implica sol y playa, volver con unos tonos extra de bronceado. La espiral de nuestro día a día se despeja, los recados pendientes se vuelven misión imposible, y las preocupaciones parecen casi insignificantes a 30.000 pies de altitud. Vamos, lo que viene siendo entrar literalmente en ‘modo avión’. El lapso de tiempo ideal para dedicarnos al autocuidado, a terminar esa serie pendiente o ese libro que ya comenzaba a acumular polvo en la mesilla, y, especialmente a prestar una dosis extra de mimo a nuestra rutina facial. Porque durante el vuelo la piel sufre las consecuencias del cambio de presión y humedad, y mantenerla hidratada implicará aterrizar en nuestro destino sin perder ni una pizca de glow. Así que, tengas o no un vuelo próximo en tu agenda, apunta estos consejos de los expertos para aprovechar al máximo (por dentro y por fuera) tu siguiente viaje; lo agradecerás.
“Son dos la condiciones que afectan negativamente a la piel cuando viajamos en avión: la baja presión, y la baja humedad. Un avión comercial viaja de media a una altura de entre 34,000 y 41,000 pies (entre 10.000 y 12.000 metros), lo que genera la necesidad de presurizar la cabina para poder respirar. Esta presurización consigue que dentro de la cabina la presión sea la misma que si nos encontrásemos a unos 7,000 pies de altura (2.000 metros), lo que provoca un menor y menos eficiente intercambio de oxígeno, con la repercusión que esto genera en el organismo y también en la piel”, explica a propósito de las mencionadas consecuencias en nuestro cutis Raúl Pérez Prieto, piloto de aviación comercial, y prosigue: “Pero si hay algo que afecta muy negativamente a la piel durante un viaje en avión es la falta de humedad; que oscila entre un 20 y un 30 por ciento de media. Esto ocasiona sequedad en nuestra piel y ojos, especialmente si hablamos de vuelos largos”.
Para evitar esta deshidratación, las cirujanas y médicos estéticos Virtudes Ruíz y María Vicente nos dan las claves. “Es imprescindible tomar abundantes líquidos antes, durante y después del vuelo, y cuidar que no sean con gas para evitar la hinchazón del abdomen, el malestar consecuente de ello y la congestión (como agua o infusiones drenantes que activen la microcirculación). También es recomendable aplicar antes del vuelo una crema con activos hidratantes, relipidantes y antioxidantes —como el ácido hialurónico, ceramidas, glicerina, o vitaminas C y E—, a ser posible con fotoprotección alta frente a los rayos UVA, UVB y la luz azul, ya que en el avión solemos ir mirando pantallas desde muy cerca. Si el vuelo es largo, lo ideal sería reaplicarla cada dos o tres horas en cara, cuello, escote y dorso de las manos”, aconsejan. ¿Y si lo que nos preocupa es la retención de líquidos? “En ese caso, deberemos intentar movernos cada hora como mínimo. Si no podemos levantarnos y caminar por el pasillo del avión, podemos estirar las piernas o mover los pies describiendo círculos, y elevándolas de arriba hacia abajo para estimular la circulación. Si hablamos de vuelos largos (más de tres horas sentados) y padecemos de mala circulación, sería aconsejable ponernos antes de embarcar unas medias tipo panty (desde los pies a la cintura) de compresión media o suave, para evitar la formación de trombos potencialmente peligrosos”.
En cuanto a productos imprescindibles en nuestro neceser de viaje, Ruíz y Vicente lo tienen claro. “Lo único imprescindible es una buena fotoprotección alta. También un limpiador y, a mayores, un agua termal en spray para calmar nuestra piel y refrescarla de forma fácil y agradable. Además, incluye una hidratante intensa o, si prefieres las texturas ligeras, un sérum tensor que aporte luminosidad e hidratación”. Un neceser básico, pero efectivo independientemente de nuestro destino, al que podemos sumar otros dos fieles compañeros de nuestro bolso de viaje: las mascarillas faciales y los parches descongestionantes de bolsas y ojeras.
Pero el hecho de volar no es siempre tan relajante como podría parecer y, a veces, el autocuidado se vuelve imposible para aquellos con aerofobia. De hecho, según un estudio llevado a cabo por la plataforma FlyFright, entre el 33% y el 40% de las personas experimentan algún tipo de ansiedad cuando se trata de volar. El 60% experimenta ansiedad generalizada durante el vuelo (y en los momentos previos) que puede controlar fácilmente por sí mismo, y entre el 2,5% y el 5% de la población padece ansiedad incapacitante, o lo que es lo mismo, un auténtico pánico a volar que se clasifica como fobia clínica. Para minimizar este miedo, los expertos de la plataforma Buencoco de psicólogos y coach recomiendan “poner en marcha algunas técnicas de respiración y relajación, como la diafragmática o la relajación muscular progresiva (tensar y destensar distintos grupos musculares), así como técnicas de distracción que pueden aliviar un poco la sensación de agobio durante el viaje, especialmente si este es largo”.
Para afrontar esta ansiedad, desde Buencoco aconsejan también métodos como el grounding “esto es, estrategias para anclarse al presente durante los episodios de ansiedad, como los ejercicios sensoriales (prestar especial atención a los sonidos del ambiente, manipular objetos físicos, etc.)”, así como preparar todos los detalles del viaje con anticipación para tratar de reducir las posibles situaciones de estrés. Otro factor a tener en cuenta si hablamos de viajes largos es el tan famoso jet lag. Para evitarlo, los expertos de Buencoco recomiendan «exponerse a luz natural tras el vuelo, siempre que sea posible, para ‘reajustar’ el reloj biológico y reducir los efectos de este desfase horario«. Consejos que, sumados al hecho de que la probabilidad de morir en un accidente de avión de una aerolínea comercial es de 1 entre 3.370 millones —además de que el 98,6% de los accidentes no provocan víctimas mortales—, contribuirán a que por fin podamos simplemente dedicarnos a relajarnos, y dejarnos llevar por el medio de transporte más seguro del mundo. Bon voyage!