Así, el color y también las siluetas se han convertido en las moléculas del ADN que mejor definen el trabajo de Gordon para la marca. Y todo, pese a que el influjo directo de su mentora está mucho más cerca de lo que algunos podrían esperar. De hecho, su relación es tan orgánica que, según el propio Gordon explica, apenas hablan de moda cuando quedan. Lo que sí hizo la señora Herrera fue darle dos valiosos consejos que, insiste, nunca ha olvidado a lo largo de todo este tiempo. “Por un lado, me ha repetido incesantemente que confíe en mi intuición. Es fácil distraerse o perder el foco cuando estás rodeado de gente y cada persona tiene su propia opinión. Tienes que centrarte en lo que te dice tu instinto”, subraya sentado en las oficinas de Vogue España. “Y, por otro, hay algo que Carolina siempre defiende y que adoro. A veces me encuentra a mí o al equipo estresado por el trabajo o los tiempos, se acerca y te lo recuerda: ‘Cariño, es solo un vestido’. Con ello no resta importancia a la prenda, pero sí que te aporta la perspectiva que necesitas en el momento indicado. Y eso justamente es lo que conforma a un gran diseñador”.
Claro que tal y como él mismo demuestra, un gran diseñador también se hace, al menos, en parte. Así, desde que comenzase su aventura en la casa, reconoce que ha conseguido ganar seguridad y claridad con cada uno de los 15 desfiles que ha presentado. “Creo que me llevó tiempo encontrar mi equilibrio. Pero ahora tengo más confianza en esta casa que nunca. Los códigos son mis códigos ahora. Así que me siento cómodo. Puedo tomar decisiones instintivamente y sé que son las correctas para Herrera. Afronto mi trabajo con más valentía, más confianza, más riesgo, más concentración y más precisión. Mi punto de vista es ahora más fuerte que nunca”, sentencia.