George Dowell (Worthing, Reino Unido, 33 años), conversa con su pareja y sus amigos en el vestíbulo de un hotel de Bilbao. Siempre sonríe, y el rostro se le ilumina cada vez que lo hace. Un rato más tarde visitará las instalaciones de Lezama y por la tarde acudirá al Athletic-Real Madrid de la Liga F en San Mamés. Es el protagonista de una película seleccionada en el Thinking Football, el festival que organiza la Fundación Athletic, El club que George construyó (HBO Max). ¿Por qué la biografía filmada de un chico todavía en edad de jugar al fútbol? Porque ya no puede hacerlo. “El director había oído hablar de la historia”, recuerda Dowell. “Tenía 17 años y jugaba en el Welland”, a un paso de ser profesional. Y entonces un accidente de tráfico le apartó bruscamente de los terrenos de juego. “Tuve una lesión medular y ya no podía jugar al fútbol, pero seguía apasionado y era mi pasión, y quería seguir involucrado en el deporte”.
Sentado en su silla de ruedas eléctrica, desgrana su historia: “Surgió la oportunidad de comprar el Worthing, que estaba en bancarrota, y la aproveché. Fue una nueva oportunidad que me permitió salir de mi caparazón después de la lesión y encontrarme a mí mismo”. Fue dos años después del accidente. “Me pasé ese tiempo encerrado, en casa con los videojuegos, casi sin salir”, pero decidió que ya era hora de cambiar, y se lanzó al vacío. “Fue un gran riesgo en aquel momento”, confiesa. “Recibí una indemnización que me iba a permitir pagar mi atención médica el resto de mi vida. Así que usar parte de ese dinero para comprar un club de fútbol fue un gran riesgo porque los clubes de fútbol normalmente no ganan dinero”. Pese a todo, siguió adelante. “Mi familia y yo lo vimos con una visión más amplia. Era algo en lo que centrarme, que me ayudaría a salir de casa y a mantener mi mente activa, lo cual es una especie de método de recuperación, en lugar de quedarme solo en casa sin hacer nada. Esto me dio un propósito y una pasión”.
Tal vez esas cosas solo pueden pasar en Inglaterra, porque, “si llegas a todos los niveles, encuentras gente realmente comprometida. Y el club de fútbol es una parte fundamental de la comunidad. Es un lugar donde todos se sienten como en casa, orgullosos de su origen”, asevera. “En el club local encuentras un hogar, una razón para conectar, lo cual es realmente especial en Inglaterra”. Incluso a seis niveles de la Premier, como en el caso del Worthing, en la National League South, donde solo la mitad de la plantilla recibe un sueldo por jugar. “Todavía hay 2.000 personas en la mayoría de los partidos, lo cual es, en sí, realmente genial”.
George Dowell compró el club, de 138 años de historia, en el sur de Inglaterra, y lo transformó desde su despacho. “Entonces había un primer equipo masculino y otro sub 18. Eso era todo”. Así que las instalaciones, “solo abrían para esos partidos. El resto de la semana estaba cerrado para la comunidad”. Todo ha cambiado desde que George se hizo cargo. “Ahora tenemos una cancha para que todos puedan venir a entrenar. Hemos introducido nuevos equipos, femenino, sénior, equipo inclusivo y juveniles, así que sí, hemos intentado conectar con la mayor parte posible de la comunidad y darles a todos la oportunidad de poder jugar para su equipo local, lo que a su vez creo que se refleja en nuestros partidos, que han pasado de 150 personas en las gradas a 2.000”.
Para el dueño del Worthing FC, “en el fútbol hay mucha gente, pero quizás muchos por las razones equivocadas. Yo era futbolista y soy del pueblo. La comunidad se involucró en el proyecto desde el principio porque sabían que lo hacía por las razones correctas y por el bien del club”. Claro que, también, “por el rendimiento en el campo, eso ayuda”, porque, “ascendimos en nuestro primer año, lo que ayudó a ganar impulso y, sí, eso hizo que la gente creyera en el cambio y en la ambición de llegar a donde queríamos llegar”.
Todo desde cero. En silla de ruedas, sin recorrido empresarial. “Tenía 17 años cuando sufrí el accidente, no tenía experiencia en negocios, disfrutaba al aprender”, pero, “en realidad no estaba cualificado para ser dueño o dirigir un club de fútbol a los 22 años. Simplemente, fui aprendiendo porque me apasiona y quería verlo funcionar”. Simplemente, “aprendes con la experiencia; aprendes rápido”, y con una premisa. “He tenido la mentalidad de pensar que está bien cometer un error, pero no cometas el mismo error dos veces, y eso siempre nos ha sido útil”.
Recalca Dowell que, “había estudiado en la high school”, el bachillerato, “y no volví a estudiar después de mi lesión, pero amaba el fútbol y pensé que podía marcar la diferencia en el club. Y luego aprendí de negocios en el trabajo, y luego, claro, te rodeas de gente experta que conoce otras áreas”.
Y el club ha crecido. “Al principio, éramos unos pocos voluntarios, yo y otro chico llamado Calvin, que hacía prácticamente todo. Pero, “a medida que el club crece, tenemos más personal a tiempo completo especializado en el aspecto comercial: el equipo de operaciones y los gerentes de alimentos y bebidas. A medida que el club crece, también crece la parte externa. Hay especialistas en cada área”. Seis personas trabajan en el Worthing a tiempo completo. “Luego tenemos muchos voluntarios, a tiempo parcial, unos 50. Y personal contratado para el día del partido”.
Ahora Dowell sueña con otras cosas. “Cuando compré el club, teníamos un plan quinquenal para llegar a la National League South, que era la categoría más alta en la que había estado el club, y lo logramos. Y ahora la aspiración es entrar en la League Two [dos escalones por encima, la cuarta división inglesa], totalmente profesional”. Concluye George Dowell: “Estoy muy orgulloso de lo que hemos conseguido”, y también de que, “el club que compré hace diez años se vincule con esta película al Athletic, uno de los clubes más grandes. “Que el mensaje, no solo del fútbol, sino el más amplio de la película, llega a todos los que la ven, lo cual es realmente alentador”.