Xita Rubert, Premio Herralde de novela 2024: “Las familias que nos parecen convencionales pueden ser al final las más raras”

Como un torbellino llegó Xita Rubert (Barcelona, 1996) al mundo de las novelas. Sucedió hace tres años, en 2022, con Mis días con los Kopp, la historia del viaje al norte de España de una hija con su padre para acompañar a unos excéntricos amigos a la recogida de un premio. El libro llamó la atención de toda la comunidad cultural y es precisamente otro viaje que tiene como protagonistas a una adolescente y su padre, en esta ocasión de Boston a Miami, el que sirve como arranque para Los hechos de Key Biscayne (Ed. Anagrama), la segunda novela de Rubert y la que ha supuesto su consagración tras alzarse con el Premio Herralde de Novela a finales de 2024 –ex aequo con Cynthia Rimsky–. “Yo creo que si se pudiera explicar una novela, una película o una obra de arte, no habría que crearla, ¿no?”, cuenta la autora frente a un café sobre este trabajo que juega con la elipsis para construir el retrato de una familia desmoronada en el que es la figura de un padre negligente a todas luces –Ricardo, profesor universitario– sobre la que orbita todo lo que ocurre. “Un padre negligente a quien, sin embargo, tanto sus hijos como su entorno aúpan. Creo que el lector ve que hay muchos derrapes y por ello desde el principio se le llama el hombre paradójico. Parece que tiene una posición, pero que en privado actúa de otra manera”.

A través de los ojos de esa casi adolescente se cuenta qué sucede en Key Biscayne, un enclave real en el que grandes estrellas del mundo del espectáculo tienen mansiones. La historia de Los hechos de Key Biscayne no se basa, no obstante, en ningún hecho real. Xita Rubert huye de lo biográfico para construir un thriller, una historia de misterio o de terror. Cada lector decide. “Hace años que me rondaba en la cabeza esta isla y la historia que yo podía contar, una ficción, pero en un lugar real. Y de un territorio en que se mezclan culturas y clases sociales”, comparte la autora sobre la génesis de este libro.

De nuevo, al igual que en Mis días con los Kopp, ahonda Rubert en la historia de una familia. Una familia poco convencional, pero familia al fin y al cabo. “Las familias, en general, parecen una cosa homogénea, un grupo en el que tenemos que tener cosas en común, pero de puertas para adentro todos sabemos que hay derivas muy distintas”, introduce la autora. “Creo que más que interesarme la familia, como institución o como grupo, me interesan los grupos de personajes. En ningún momento a mí me llega a interesar un personaje que cuente su vida, lo que sí lo hace es cómo interactúan varios personajes. Se me aparecen como un equipo de fútbol, con sus momentos bellos y otros conflictivos”, comparte. “Las familias que nos parecen convencionales pueden ser al final las más raras. La convencionalidad es una especie de disfraz. Y cuando no es un disfraz es una ridiculez porque una persona convencional es la que intenta asimilarse a los demás, la que no tiene, digamos, ni un impulso propio, la que huye de cualquier cosa que se pueda salir de la norma. No sé si existe en realidad lo convencional, creo que es una construcción social hacia la que todos se dirigen porque queremos homogeneizarnos en algún punto”.



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