Exceso de empatía: cuándo mucho es demasiado
De entre todas las habilidades blandas que se requieren hoy en día para posicionarnos en un ambiente de trabajo sano, puede que la empatía sea una de las principales. Esa capacidad para ponerse en el lugar de la otra persona, a fin de comprender mejor lo que siente, se antoja como un mecanismo indispensable para cualquier tipo de vínculo. Aunque ojo, que aquí tampoco los excesos son del todo recomendables, y vivir en demasía las emociones ajenas bien puede dar lugar a desequilibrios en las relaciones y con una misma. Por ello, aprender a modularla es uno de los mayores retos de las sociedades modernas, donde caemos en la trampa del individualismo con demasiada facilidad, o saltamos al lado opuesto al no saber ubicar nuestros límites. Para Josep Maria Coll, doctor en Relaciones Internacionales y Desarrollo Sostenible, y autor de El monje y el activista, es una capacidad clave del liderazgo consciente. “Requiere parar y escuchar activamente, sin interrupciones, sin juicio y sin dar consejos si nadie te los pide”.
Considera que es fundamental desarrollar empatía en el trabajo, puesto que se generan conflictos entre personas que tienen distintas perspectivas acerca de un mismo fenómeno, y maneras diferentes de abordar un problema. “Imagínate que estás pasando por un mal momento en tu vida personal debido a una pérdida o enfermedad familiar o una separación, y esto te está restando concentración y productividad en el trabajo. Si tu jefe no lo detecta y no te pregunta de forma asertiva qué te está pasando y como te sientes con tu vida, puede que reaccione presionándote más, lo que hará aumentar tus niveles de estrés y dañará tus relaciones laborales”.
Nos recuerda que la empatía genera confianza, que es la base para trabajar en un entorno psicológicamente seguro. “Esto significa que los miembros de un equipo se sienten libres para sugerir ideas, reconocer errores y asumir riesgos sin miedo a represalias o castigos. Cuando esto pasa, la motivación, el bienestar y la implicación de los trabajadores mejora, y por consiguiente su rendimiento individual y colectivo”.
El equilibrio de la empatía
Javiera Montero Cepeda es psicóloga clínica y se refiere a la empatía como un sentimiento de identificación tan básico que es el responsable de la supervivencia. Destaca que tiene múltiples beneficios, que desarrolla diversas habilidades sociales, nos hace ser respetables y tener respeto por los demás, fomenta el sentido de la justicia, ayuda a no juzgar y nos hace compasivos con nosotras mismas y con los otros, y mejora la inteligencia emocional. “Todo lo anterior hace que nuestras relaciones personales sean menos superficiales, generando vínculos de mayor profundidad que sirvan de escudo protector cuando atravesemos momentos difíciles, donde tener una red social de apoyo es un gran factor de resiliencia. Aunque no solo es útil en el caso de emociones negativas. Estar en conexión con los demás para compartir estados emocionales positivos, es fundamental para tener una vida plena”.
La experta explica que antes se creía que la empatía era un rasgo innato que no se podía aprender, pero algunos investigadores han observado que es una cualidad que las personas pueden desarrollar y fortalecer. “Los estudios demuestran que si bien la empatía tiene bases biológicas, está muy influenciada por factores sociales y situacionales. El contexto familiar y los estilos de crianza pueden interactuar con el temperamento y de ese modo afectar a la capacidad empática de un niño. Aquellos progenitores que se muestran cálidos, receptivos y solidarios, y tienden a utilizar el razonamiento con sus hijos, fomentan el pensamiento empático y la adopción de perspectivas distintas”.