Yoshitomo Nara: el Museo Guggenheim de Bilbao acoge una retrospectiva del artista japonés

Hace ya algunos años había un anuncio en la televisión en el que se promocionaba el disco de una banda con el eslogan ‘conoces muchas más canciones de las que imaginas’. Algo parecido sucede en el campo de la pintura con Yoshitomo Nara (Hirosaki, Japón, 1959), el artista al que el museo Guggenheim dedica una ambiciosa retrospectiva del 28 de junio al 3 de noviembre. Sus inquietantes –y, sin embargo, tiernas– obras protagonizadas por niñas de cabezas enormes y rostros melancólicos forman parte del imaginario colectivo del arte reciente. Una popularidad que, no obstante, no debe servir como paraguas para catalogar a este creador: Nara no es un artista pop, como otros de sus compatriotas contemporáneos, sino que su trayectoria es tan única que no permite dibujar una línea paralela a ninguna otra corriente creativa. Lucía Agirre, comisaria de la muestra, corrobora la vocación de verso suelto del japonés. “Se sale mucho del molde, pero también se le ha intentado encasillar. El hecho de haber participado en ciertas exposiciones, como la de Superflat de Murakami [evento celebrado en el año 2000, que también da nombre al movimiento artístico posmoderno fundado por el artista], ha provocado que siempre le incluyan dentro de esa vertiente. Pero lo cierto es que la obra de Nara, a pesar de que tiene muy buena relación con los miembros del colectivo, se escapa de esa etiqueta porque se alimenta de fuentes que proceden de ámbitos muy diferentes y por eso él crea ese lenguaje tan singular. Es una figura particular en sí misma”.

Yoshitomo Nara sentado ante TOBIU 2019.

Yoshitomo Nara sentado ante TOBIU, 2019.Yoshitomo Nara, cortesía Yoshitomo Nara Foundation / Foto: Ryoichi Kawajiri

Ese universo referencial es amplísimo, pero hay una constante que puede admirarse en casi todas sus pinturas: la influencia de la música. “Fue su primera pasión. De pequeño se fabricó una radio para escuchar la cadena de las fuerzas armadas norteamericanas que estaban destinadas en Japón por la guerra de Vietnam, y ahí empieza a descubrir toda esa música que tiene mucha relación con su propio lenguaje artístico, porque él no hablaba inglés y, por tanto, no entendía las letras, y sin embargo la escuchaba. Por eso cuando llegó a Alemania [el artista se mudó a Düsseldorf en 1987], al no conocer el idioma, utilizó su obra como manera de expresión para acercarse a los demás. Esa idea de no entender un lenguaje pero comunicarte a través de él es algo que está presente en toda su producción. Además, cuando trabaja siempre tiene música de fondo y muchas de sus obras tienen títulos que provienen de canciones de grupos conocidos”, desvela la curadora. Esa permeabilidad sonora también está presente a la hora de repensar su trabajo: Nara actúa en ocasiones como un productor musical revisitando sus propias pinturas. “Hay una obra antigua en la retrospectiva que a él le gustaba muchísimo que, como normalmente no se la dejaban para las exposiciones, decidió hacer una versión y la llamó Dead Flower 2020 Remastered, como si fuera un disco remasterizado, porque aunque cambió de tamaño y de técnica, para hacerla de nuevo intentó reproducir el mismo momento en el que había hecho la primera, poniendo incluso la música que utilizó entonces. Es muy interesante esa idea de modificar, cambiar o transformar algo que has creado en un determinado periodo y, más tarde, volver a trabajar sobre ello con el mismo fondo, pero con un resultado muy diferente”, reflexiona Agirre.

Too Young to Die .

Too Young to Die (2001).Yoshitomo Nara, cortesía Yoshitomo Nara Foundation

Sleepless Night  .

Sleepless Night (Sitting) (1997).Yoshitomo Nara, cortesía Yoshitomo Nara Foundation

No hay más que ver la obra del artista para darse cuenta de que es un gran retratista. Sus figuras, ampliamente conocidas como ‘las niñas de Nara’, tienen un arco de emociones casi interpretativo y sus semblantes hablan de manera directa con el espectador. “Esas imágenes están presentes desde finales de los 80, pero a lo largo de la muestra vamos a ver cómo, en función de lo que ha sucedido en la vida del artista, también se produce una evolución en su obra. Las primeras niñas que todos tenemos en mente son totalmente rebeldes; sin embargo, las actuales son muy diferentes: parecen melancólicas, a veces están llorando o te observan con tristeza. Y la técnicatambién es distinta: sus primeras pinturas tienen una cierta influencia del expresionismo alemán pero las actuales están más relacionadas con el puntillismo o las veladuras, se pueden apreciar pinceladas similares a cuando Rothko deja las capas muy finas. Si bien hay temas que se repiten a lo largo de toda su trayectoria –la relación con la infancia, la soledad, los movimientos sociales, la música…– hay un cambio notable a lo largo de los años”, ilustra la comisaria.

Fountain of Life .

Fountain of Life (2001/2014/2022).Yoshitomo Nara, cortesía Yoshitomo Nara Foundation

Make the Road Follow the Road .

Make the Road, Follow the Road (1990).Yoshitomo Nara, cortesía Yoshitomo Nara Foundation

Otro de los hechos que ha supuesto un punto de inflexión en la obra de Nara fue el accidente nuclear de Fukushima, que tuvo lugar en marzo de 2011, y que se produjo después de un enorme terremoto que además provocó un tsunami en la costa noreste de Japón. “Para él fue un trauma tremendo. Durante un tiempo paró su producción de pintura y decidió trabajar directamente con las manos”, revela Agirre sobre un momento en el que el artista se centró más en la esculturas –muchas de ellas, también presentes en el Guggenheim– y adelanta el impacto que el desastre tuvo en sus lienzos: “El cambio es muy evidente. Cuando estás frente a las obras se ve perfectamente. Sus personajes son muy diferentes a los anteriores pero, además, la producción es técnicamente distinta”. Las niñas de Nara se hacen mayores, pero siguen conmoviendo igual.

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