«A night at the Opera», la revolución en forma de disco, de Queen

Tomó el título de la película clásica de los hermanos Marx, de 1935. A night at the Opera fue el cuarto álbum de Queen, y el que más los definió. Fue una aventura de alto riesgo para la banda y llegó en un momento decisivo de su historia.

Freddie Mercury recordaría posteriormente de este período: “escribíamos como locos, había hambre. Había mucho que deseábamos sacar de dentro”. Esa hambre nació de una serie de cambios profesionales y personales que se estaban produciendo dentro y alrededor de Queen, en una época especialmente tensa y tumultuosa. Queen había escapado por fin de una estructura de producción asfixiante, que se había manifestado en un desánimo interno para la banda. Queen denunciaría públicamente a los responsables de este episodio oscuro en el tema de apertura del álbum, el ácido Death on two legs (Dedicated to……).

Con un nuevo productor y libres de las presiones emocionales y financieras experimentadas bajo los anteriores, Queen volvió al estudio de grabación con fuerzas renovadas, empezando de nuevo y prácticamente con carta blanca para entregar cualquier tipo de música que quisiera. Ahora podía centrarse en crear la mejor música, sin ninguna de las preocupaciones que habían asediado antes a sus integrantes.

Aunque ya estaban libres, es bien sabido que era mucho lo que dependía del resultado de las sesiones de Opera. Si el álbum salido de ellas no hubiera funcionado, seguramente Queen se hubiera disuelto. A pesar de haber subido dos álbumes al top ten y logrado un significativo éxito internacional con los singles Seven seas of Rhye y Killer Queen, y de haber llenado los aforos de sus actuaciones en toda Gran Bretaña, la banda se encontraba en graves dificultades económicas a principios de 1975. Grabar y estar de gira incesantemente durante tres años enteros no les había reportado las recompensas que la banda creía merecer. De hecho, hasta ese momento de sus vidas, Roger, John, Brian y Freddie habían salido adelante a duras penas, cobrando poquísimo, solo lo que su productora había estado dispuesta a ofrecerles.


                     Brian May, Freddie Mercury, Roger Taylor y John Deacon posan para la promoción de A Night at the                                          Opera, en 1975. / Michael Ochs Archives/Getty Images

La espada encima de sus cabezas pareció tener el efecto opuesto al esperado en su creatividad. Tal fue el grado de producción de material nuevo, y su complejidad, que la grabación se prolongó cuatro meses y requirió nada menos que seis estudios distintos. Entre agosto y noviembre de 1975, la banda monopolizó cinco estudios de Londres, así como el ya célebre Rockfield Studio, en Gales.

Puede afirmarse, con seguridad, que lo que ocurrió en este período sorprendió tanto a la propia banda como al público, al aparecer el álbum en noviembre de 1975.

Roy Thomas Baker recordaba el día, poco después de que empezara la grabación, en que Freddie se sentó al piano para tocar su última composición, y al cabo de tres estrofas anunció de repente: “Ahora, queridos, aquí es donde entra la sección de ópera.” Baker describiría, posteriormente, Bohemian Rhapsody como una “absoluta locura”, pero añadiría: “No parábamos de reír. Básicamente era una broma, pero una broma lograda”.

Freddie dijo en una ocasión acerca de las tres semanas que fueron necesarias para completar el tema: “Hice que Roger, Brian y John tocaran pasajes en los que decían, ‘¿Qué diablos pasa aquí?’ Eran cosas como un solo acorde y después un largo vacío, y decían: ‘¡Esto es ridículo!’ Pero tenía en la cabeza lo que rodeaba a cada segmento, y exactamente lo que quería.”

La grata sorpresa de Bohemian Rhapsody

Broma o no, y a pesar de la resistencia inicial de la compañía discográfica a lanzar como single un tema de rock operístico de seis minutos, Bohemian Rhapsody vendió más de un millón y cuarto de copias, solo en Gran Bretaña, desde que se publicó el 31 de octubre de 1975. Llegaría a lo más alto de la lista del Reino Unido una segunda vez en 1991, a la muerte de Freddie, en noviembre del mismo año, y ha sido repetidamente votada como la mejor canción de todos los tiempos en multitud de encuestas desde entonces. La historia ha demostrado que la canción, considerada algo así como una broma en su forma inicial, se convirtió en la composición más conocida y amada de todas las de Queen, lo cual no es para reírse.

Este período maratoniano en la productividad de Queen también arrojó nueva luz sobre el núcleo creativo de la banda. Si bien era evidente, desde el principio, que Freddie y Brian proporcionaban gran parte de la producción del nuevo material de Queen, por primera vez tanto Roger como John se revelaron como escritores de la misma categoría: Roger con la oscura y obsesiva I’m in love with my car y John con You’re my best friend, hábilmente simple pero muy atractiva

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