Tras el éxito de taquilla de Joker, ganadora de dos Oscar y con una recaudación de mil millones de dólares, Todd Phillips podría haber firmado una secuela mil veces vista del origen psicotrópico del payaso supervillano y aun así asegurarse unos buenos dividendos. Tiene su mérito, pues, hacer justo lo contrario: volver al Festival de Venecia, donde su anterior thriller ganó el León de Oro, con Joker: Folie à Deux, una extravagancia musical que empareja al angustiado Arthur Fleck de Joaquin Phoenix con la deliciosamente impredecible Harley Quinn de Lady Gaga. La apuesta es tan digna de elogio que es una pena que no funcione del todo.
No significa que no deje numerosos gustazos: comienza, de forma bastante ingeniosa, con dibujos animados –un juego sangriento al estilo de los Looney Tunes– de Arthur luchando contra su propia sombra. Esta, con vida y mente propias, se despega de su cuerpo, causa estragos y luego le culpa de sus fechorías.
La caricatura adelanta y refuerza la cuestión central de Joker: Folie à Deux, clave en la defensa legal de Arthur tras las acciones perpetradas en Joker (a saber, el asesinato de seis personas, incluida su madre y el presentador Murray Franklin, a quien puso cara Robert De Niro): ¿será que sufre un trastorno de personalidad múltiple y en realidad es su alter ego, el Joker, quien busca la destrucción y deja que el frágil Arthur asuma la responsabilidad? ¿O siempre han sido una sola persona? La nueva abogada de Arthur (Catherine Keener) tiene que convencer al mundo de lo primero como esperanza remota de conseguir su libertad.
La película vira entonces hacia el presente y nos sitúa en Arkham, el manicomio donde dejamos a Arthur al final de Joker, aunque ha pasado algún tiempo. Lo despierta una pandilla de guardias fanfarrones –liderados por un irritable (y más tarde nefasto) Brendan Gleeson– que lo saca de su celda para levarlo a la reunión con su abogada. De camino, atraviesa otra parte de la institución y oye cantar a un grupo de pacientes. Entre ellas está Lee (Lady Gaga), que lo ve enseguida. Ella sale corriendo, se apunta con dos dedos a la cabeza emulando una pistola y aprieta el gatillo, vocalizando el puf de la bala imaginaria. Arthur se queda obnubilado.