En defensa de Ayuso | Opinión

Fui una niña regordeta, con cara de torta, cintura de barrilete y muslos siameses. De año en año, cuando íbamos a la feria del pueblo de mi padre, mis tías abuelas me hacían corro y piaban a la pollita: “Ay, hermosa, cuánto has crecío, da gusto lo lustrosa que te crías”, y yo no sabía si quería morirme o asesinarlas, o si me mortificaba más lo de lustrosa o lo de hermosa o ese crecío que sonaba tan cateto a mis soberbios oídos de niñata empollona. Luego crecí y adelgacé y engordé y pasaron por mí dietas, embarazos, subibajas en el ánimo y en la báscula hasta derivar en la penúltima de mis debacles: la de la menopausia. Pues bien: en todas esas etapas, siempre hubo algún alma caritativa interesada en señalarme mis sobras y mis faltas, como si una no tuviera espejo en casa. Cuento esto que, seguro, le ha pasado al 99% de mis congéneres para ilustrar la inseguridad que puede producir la opinión no solicitada de los demás sobre nuestros cuerpos y, también, para que se entienda este manifiesto.

La irrupción de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, en el homenaje a la Constitución con un ceñido vestido de seda rojo que ponía de relieve sus formas provocó el otro día que hombres, y, sobre todo, mujeres autodenominadas feministas de izquierdas que ni eran sus tías abuelas ni le tocaban nada, la pusieran a parir en las redes a costa de su físico.

Sin ser santa de mi devoción, tengo que salir en defensa de Ayuso. Hay docenas de motivos por los que criticarla implacablemente. Por su política de desmantelamiento de lo público. Por su prepotencia y su falta de compasión con el prójimo. Por su victimismo de virgen y mártir mientras crucifica al adversario. Por su afán de ser la niña en el bautizo, la novia en la boda y la viuda en el entierro. Por todo eso y, sí, también por lo apropiado o inapropiado de su atuendo, critico y criticaré a Ayuso. Pero no por su cuerpo. Exactamente igual que a la cómica Lalachus, por cierto, lapidada por su físico por los mismos que defienden que no se haga con Ayuso, y viceversa. No. Esto no va de ser facha o progre, de izquierdas o derechas, de Motos o Broncano. Va de no hacer escarnio con el cuerpo de las mujeres. Ya sé que algunos hombres, como David Bustamante o Ibai Llanos, también han sido carne de cañón sobre sus hechuras, bien que lo siento. Bienvenidos al club, queridos, pero idos poniendo a la cola. En eso, como en tantos otros agravios, las señoras os llevamos dos milenios de desventaja.

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