Cuando las bailarinas empezaron a adueñarse del street style no les presté mucha atención. ¿Por qué yo, que me encanta pasear por las polvorientas calles de Londres, iba a llevar un calzado tan pegado al suelo? Estaba claro que aquellos zapatitos, sin apenas un centímetro de protección, estaban hechos para una mujer mucho más sofisticada que yo. Pero hubo algo que me llamó la atención, algo con un poco más de chicha y de fuerza: la zapatilla de ballet. El pub, las fiestas, las caminatas de cada mañana… Este calzado puede con todo.
Las zapatillas de ballet (que como su propio nombre indica está a medio camino entre las bailarinas y zapatillas de deporte), propulsada a las calles por marcas tan apreciadas como Simone Rocha, Kiko Kostadinov y Cecilie Bahnsen y copiada por firmas como Ganni y Nike, no debería sorprender a nadie. Son el resultado lógico de la tendencia balletcore y de la fiebre por las zapatillas deportivas, con un atractivo toque de energía mutante (a las amantes de la moda les encantan las zapatillas mutantes y un poco repelentes). Véase también: las sneaker mules de New Balance y lo que quiera que sean éstas). También son más prácticas para el invierno que las zapatillas de toda la vida: si tienes que cruzar charcos de camino al trabajo no basta con una simple zapatilla de tela. Las zapatillas de ballet aportan ese extra de altura y protección.
